top of page
Buscar

El Barrio del Pulgón

Actualizado: 29 ene

| pt 1 | pt 2 | pt 3 | pt 4 |

Esta es la última de cuatro entradas dentro de la Serie: El Pulgón y sus Vecinos, donde visitaremos las distintas relaciones que existen en un barrio muy cerca de casa.


Contexto

En las anteriores entradas de esta serie hemos cubierto la estrecha relación entre el pulgón y la planta, el papel que juegan los depredadores y la asociación con las hormigas. Todos ellos, forman parte de una comunidad. En esta entrega, veremos los desajustes que tienen las comunidades de insectos en entornos domesticados, como huertas, jardines o balcones. Explicaremos las consecuencias derivadas de esos desajustes y abordaremos las medidas para promover una implantación armoniosa de las comunidades de insectos en nuestros entornos.

Nuestros Entornos

A lo largo de milenios, nuestras casas han sido para nosotros entornos de orden y protección frente al mundo exterior. Reflejan nuestras costumbres y preferencias particulares. No nos sirve que una casa esté bien ordenada, si no lo está como a nosotros nos gusta. Nuestros balcones, huertas y jardines constituyen el perímetro exterior de ese espacio privado en el que no podemos descartar alguna sorpresa, aunque esperamos que sea pequeña! Por ejemplo, preferimos las variedades de plantas cultivadas porque se

ajustan a nuestros gustos: su talla, el sabor y color de sus frutos, o porque no tienen semillas. Hemos generado plantas con flores grandes y a menudo carentes de fragancia, para no atraer a los molestos insectos. Diseñamos también la disposición de los objetos y plantas bajo un criterio estético o práctico: el nuestro. Como en casa.

Esta domesticación de la naturaleza puede generar cierta satisfacción, por la sensación de dominio que suscita.

En este contexto, la llegada de un visitante inesperado puede entenderse como una vulneración de nuestro orden. La aparición de algún pulgón puede llevarnos a echar mano de un potente insecticida para eliminarlo de una vez y para siempre.

El resultado de este tipo de impulsos es tan contundente como efímero. Para mantener nuestro entorno domesticado al 100%, tendremos que dedicarle atención y recursos continuamente. Cualquier descuido resultará en la reaparición de los intrusos. Esta decepcionante situación evidencia de que el entorno domesticado que hemos diseñado no es sostenible. Para explicar las razones de esto es conveniente que abordemos ahora, brevemente, la dinámica de los sistemas naturales.

Cuando paseamos por un lugar que no domesticado, como un bosque o un prado natural (en nuestro continente no hay entornos totalmente salvajes), podremos observar que el número de especies es muy superior al de un jardín o un huerto.

Otra observación evidente es que, en medio del aparente desorden, no se observan especies abrumadoramente dominantes (salvo en condiciones muy concretas, por estar unas especies mejor adaptadas que otras. Por ejemplo, los juncos en los humedales). Esto se debe a que un gran número de estas especies han evolucionado juntas en ese lugar y sus ciclos de vida están entrelazados. En ecología, se reconocen distintos tipos de relación entre distintas especies: competencia, amensalismo, antagonismo, neutralismo, comensalismo y mutualismo. Una compleja red de estas relaciones mantiene el equilibrio entre los miembros de las comunidades.

En un entorno natural la población de pulgones está controlada por muchos factores, incluidos los depredadores, resultando en un equilibrio. Los depredadores, además de depender de los pulgones para reproducirse, están conectados con otros organismos y así sucesivamente, formando una cadena o red de relaciones.

Cuando la red sufre deterioros menores (algunas especies escasean o están ausentes), se pueden recuperar. Incluso, puede ocurrir que algunas especies suplan a las que están mermadas.

Pero existen niveles de deterioro en los que faltan tantos eslabones, que la comunidad no se puede equilibrar. Eso conlleva la desaparición parcial o total del ecosistema.

Volvamos ahora a la historia del pulgón que se instala en una planta de nuestro jardín. Al día siguiente, el pulgón comienza a producir crías. Esta prolífica reproducción tiene el objeto de formar una colonia, contando con las numerosas bajas que sufriría por la acción de los depredadores! Pero la ausencia de estos en un entorno domesticado resulta en una proliferación desbocada que, a su vez, amenaza la pervivencia de la propia planta.


Nuestra intervención con la aplicación puntual de insecticidas puede resultar en la eliminación temporal del pulgón, claro. Pero el único modo de mantenerlo a raya requerirá la aplicación periódica del tratamiento. Esto, a su vez, puede eliminar a un número importante de otras especies, dañando aun más a la comunidad. Los pulgones, por su parte, acaban adaptándose a la exposición repetida a los insecticidas. Después de un tiempo, el tratamiento pierde eficacia. En resumen, la batalla no está ganada, sino que continúa en un entorno biológicamente empobrecido y desequilibrado!

Lo que hemos explicado aquí para el caso del pulgón se puede aplicar a otros casos, como las orugas, los limacos o las malas hierbas.

En este escenario, podríamos preguntarnos si es posible gestionar un entorno domesticado de manera sostenible.

La respuesta tiene que ver con la gestión de la biodiversidad. No se trata de abandonar nuestros espacios a su suerte (por cierto, esto no asegura que se formen comunidades estables a corto plazo). Hay un camino que nos puede llevar a gestionar nuestros entornos, fomentando la biodiversidad, disfrutando de ella y beneficiándonos de los servicios que nos ofrece.

El primer paso consiste en adoptar un cambio de actitud: En vez de considerar el espacio exterior como un dominio propio, que lo concibamos como un entorno compartido con la naturaleza. Al fin y al cabo, los seres vivos llevan millones de años ocupando estos nichos. El concepto de vecindad nos permite respetarlos, observarlos y disfrutar de ellos.

En segundo lugar, debemos prestar atención a los organismos que visitan nuestros espacios, sus necesidades y las comunidades de las que forman parte. Por ejemplo, de qué se nutren en sus distintas etapas del ciclo biológico, cómo sobreviven a lo largo de las estaciones y sus costumbres durante el día y la noche. En algunos casos, es posible que no conozcamos los detalles, pero estos se pueden consultar en libros, artículos y páginas web, o hablando con personas experimentadas.

El tercer aspecto a tener en cuenta es el de ser conscientes de que nunca llegaremos a entender todos los aspectos en torno a un ser vivo o sus relaciones con otros. El célebre biólogo británico John Haldane decía que la complejidad en un centímetro cuadrado de un prado supera la capacidad de comprensión de un ser humano. Esta admisión nos puede ayudar adoptar una actitud más contemplativa sobre nuestros entornos exteriores. Con lo que vayamos aprendiendo, podremos realizar una gestión amable, fomentando el asentamiento de comunidades a la vez que las vamos conociendo.

Invitando la Incorporación de Nuevos Vecinos

Tras instalarse en nuestro jardín, el pulgón de esta historia habrá dado lugar una colonia de varios centenares de individuos en tan sólo unos días. Si no aparecen los depredadores, el crecimiento de la colonia puede resultar en el amarilleo de las hojas (clorosis) y la muerte de las partes de la planta colonizada.


Debemos adecuar el entorno para atraer a los depredadores y poner a su disposición servicios de alimentación y descanso. Los adultos de las avispas parasitoides, los sírfidos y las crisopas se alimentan de nectar y polen de ciertas flores. Para que estén presentes, es necesario que nuestro entorno albergue algunas de estas especies. En la tabla adjunta figuran plantas de las que se nutren estos tres grupos de depredadores.




Otra forma de elegir las flores es visitando otros jardines y entornos naturales para ver aquellas plantas de nuestro entorno que frecuentan los depredadores de pulgones. No hay reglas fijas en este caso! Además, es importante que haya una sucesión en la floración para que estos vecinos siempre cuenten con suficiente alimento. No necesitamos trasladarlos o adquirirlos (algunos se pueden adquirir comercialmente). Si introducimos las condiciones adecuadas, ellos llegarán!

Otro aspecto importante para mantener a los depredadores es adecuar entornos que les den cobijo. Las avispas parasitoides gustan descansar en el envés de hojas, al abrigo del viento y libres de depredadores como las arañas saltarinas.

Las hojas de un arbusto ofrecen esas condiciones. En el caso de los sírfidos, se ha observado que les gustan los arbustos que forman setos. Las mariquitas duermen en muchos sitios, a resguardo, como en la corteza de árboles, troncos apilados, entre la hojarasca y sobre plantas. Las crisopas descansan de día en plantas herbáceas o maleza, en zones humedas y protegidas del viento.

En resumen, un espacio con uno o varios arbustos de frutal, una zona con hierba alta y/o madera apilada pueden constituir un interesante refugio para los depredadores durante todo el año.

Pero un entorno reducido como un balcón una huerta o un jardín, no pueden constituir un entorno natural completo con una comunidad robusta, simplemente por cuestión de tamaño. Sin embargo, hay una manera de conseguir apoyo desde fuera.

El Efecto de los Entornos Cercanos

Si nuestro jardín, balcón o huerta se encuentran en los alrededores (alrededor de 500m) de una zona natural, poco explotada, una buena parte de las condiciones que necesitamos podrán estar cubiertas por ese espacio. De no ser así, la presencia de otros espacios similares al nuestro pueden constituir una red en la que las carencias temporales de un espacio se podrían compensar por los demás. Si nosotros no ofrecemos cobijo invernal a las mariquitas, pero lo ofrece un vecino, nos beneficiaríamos nosotros. En cuanto a la sucesión de floraciones, sería más fácil de conseguir entre cuatro o cinco entornos cercanos, que en uno solo. Por tanto, la colaboración entre vecinos de nuestras comunidades podría no sólo mejorar las relaciones con nuestros vecinos, sino mejorar las comunidades de los otros seres que habitan en nuestros entornos exteriores.

El Caso de las Hormigas

Ya hemos explicado la compleja relación entre el pulgón y las hormigas, que actúan como socios protectores contra los depredadores. En este caso, nos interesa que los depredadores puedan acceder a los pulgones para evitar una plaga. Ello implica que tenemos que limitar el acceso de las hormigas. Pero aquí no estamos tratando con un insecto, sino con un insecto social!. Los detalles sobre la vida en colonia de las hormigas han sido objeto de miles de investigaciones. En esta entrada veremos muy brevemente algunos aspectos prácticos sobre el control de su presencia en entornos domesticados.

Normalmente, los entornos domesticados son más difíciles de colonizar por parte de los depredadores que por las hormigas. De hecho, hay especies de hormigas que se han adaptado a nuestros entornos. La especie más común entre nosotros es Lasius niger, que además de colonizar zonas urbanas, es una experta pastora de pulgones en las últimas décadas. No es extraño encontrarse con ejemplares explorando el balcón de un quinto piso. Esto es señal de que se ya cumple la primera de tres condiciones para que se instale una colonia: la existencia de una vía de acceso. Cualquier grieta permite la llegada de hormigas exploradoras, que también pueden subir por las paredes sin problemas. La segunda condición es la disponibilidad de alimento: restos de pan, galletas, alimentos dulces (incluida la melaza de los pulgones!) o ricos en proteína. La tercera condición es la disponibilidad de agua (charcos, gotas por el riego de plantas, ropa colgada, etc). A falta de alguna de estas trés condiciones, no se observan hormigas en masa. Sólo exploradoras sueltas.

En un espacio domesticado con plantas que además albergan algunos pulgones, hay alimento (melaza) y agua (el riego de las plantas). Por tanto, existe una alta probabilidad de que una hormiga exploradora encuentre el botín y de aviso a la colonia.

Ante esta situación, se pueden adoptar distintas medidas que no suponen el uso de sustancias tóxicas.

  1. Procurar que haya la menor cantidad de alimentos en el suelo, como migas de pan, galletas, compuestos azucarados o ricos en proteína.

  2. Instalar barreras de acceso para las hormigas: elementos adhesivos alrededor del tallo de la planta, fosos con agua o tierra de diatomeas.

  3. Fregar (suelos) o regar (suelo o hierba) regularmente en aquellos lugares donde las hormigas han formado un pasillo de exploración.


Otras estrategias incluyen el uso de pimienta en polvo, aceites esenciales (tomillo, orégano, menta o canela) embebidos en tejidos o papel, bicarbonato en polvo y cortezas de naranjas y limones (sin restos de pulpa).

Las hormigas se mueven en función del valor nutritivo, más que la distancia. Si una ruta les propicia alimento del que no disponen por otras vías, pueden desplazarse durante decenas de metros para conseguirlo. Los tipos de alimento más preciados, por escasos, son los que aportan más energía (azúcares simples, como la melaza de pulgones). En este caso, la colonia deriva exploradoras de otras rutas a las más propicias.

Si limitamos el acceso con alguno o varios de los métodos descritos, la señal para el reclutamiento no se transmitirá y lo normal será ver exploradoras sueltas. Lo importante es que ninguna exploradora acceda al alimento y traslade el mensaje!

Conclusión

Introduciendo elementos que promuevan la biodiversidad en nuestros espacios domesticados, conseguiremos establecer pequeños nichos ecológicos más interesantes, ricos en distintas formas de vida y capaces de regular las poblaciones de organismos que conocemos como pestes. Además, propiciará una mejor relación con la naturaleza y la posibilidad de descubrir nuevas maravillas en el entorno de nuestra propia casa!


Notas

Sobre los Insecticidas y su uso. El tema de la resistencias a insecticidas es complejo. La organización internacional IRAC se ocupa de este tema y tiene un canal de YouTube. La introducción se puede ver aquí . En general, los insecticidas se pueden dividir en dos tipos: sistémicos y de contacto. Los sistémicos actúan dentro del insecto. A veces se aplican sobre la planta y entran dentro de las plantas, para protegerlas de los insectos. Los de contacto, actúan sobre la superficie del insecto. Desde el punto de vista de seguridad alimentaria y ambiental, hay insecticidas permitidos, cuyo modo de acción es de muy corta duración y no son peligrosos para las personas u otros organismos. Por ejemplo, el jabón potásico o la tierra de diatomeas. Si estos insecticidas se aplican donde se encuentra el insecto objetivo, su efecto se limita sólo al lugar de aplicación y es temporal. De este modo, su efecto sobre otros insectos es muy limitado. A veces es necesario hacer este tipo de aplicaciones para evitar que una plaga se expanda, mientras promovemos la llegada de los depredadores.

Más información sobre la biodiversidad en espacios domesticados.

Guía del jardín sostenible. Mucho más que un jardín . Documento de la Comunidad de Madrid.

Buenas Practicas de Jardinería. Ayuntamiento de Barcelona.

Este video muestra cómo los primeros agricultores están controlando los pulgones sin emplear insecticidas!

留言


SUSCRÍBETE

Regístrate para recibir noticias sobre conferencias y nuevas publicaciones.

Gracias por suscribirte

plant_edited.jpg
bottom of page