Esta es la segunda de cuatro entradas dentro de la Serie: El Pulgón y sus Vecinos, donde visitaremos las distintas relaciones que existen en un barrio muy cerca de casa.
Contexto
A la sofisticada relación pulgón-planta que ya presentamos en "Don Pulgón", le acompaña la intervención de otros actores. Este post trata sobre los insectos que se consideran enemigos del pulgón. En realidad, no existe tal enemistad, sino que ellos se alimentan de pulgones. También se podrían considerar amigos de la planta, porque esta se beneficia indirectamente de su papel, aunque tampoco hay amistad. ¡En cualquier caso, los insectos que vamos a tratar en estas líneas se consideran fauna beneficiosa por los agricultores!
Presentación
Las amenazas que rodean la vida del pulgón son numerosas. Su principal debilidad es que se encuentra siempre en el mismo sitio y si decide moverse, lo hace lentamente. Sus depredadores, por el contrario, tienen altas capacidades para llegar a él. Los cuatro grupos de insectos más conocidos por su papel como depredadores son: las avispas parasitoides, las moscas cernícalo, las mariquitas y las crisopas.
1. Las avispas parasitoides son un gran grupo que se caracteriza por depositar sus huevos en el cuerpo de otro organismo. Cuando las larvas
emergen, devoran a la presa desde dentro. Estas avispas surgieron en el periodo Pérmico hace entre 250 y 300 millones de años. La familia de avispas que atacan a los pulgones de esta manera es la de los Bracónidos, individuos diminutos capaces de paralizar al pulgón y luego inyectar un huevo con increíble habilidad. Dos conocidas especies son Aphidius colemani y Aphelinus abdominalis. Los adultos se nutren del nectar y del polen de las flores.
2. Las moscas cernícalo o sírfidos, son moscas que se caracterizan por tener un aspecto similar al de una avispa. Esta mimesis les protege de sus depredadores. Surgieron en el Eoceno, hace entre 34 y 56 millones de años. Los adultos de especies como la
común mosca cernícalo naranja Episyrphus balteatus, depositan sus huevos cerca de los pulgones. Cuando las larvas emergen, los devoran. Cada larva es capaz de consumir decenas de pulgones al día durante tres semanas. Los adultos frecuentan flores y son muy apreciados como polinizadores. Este video muestra a adultos y larvas, con la visita de una avispa parasitoide.
3. Las mariquitas son conocidos insectos por su característica coloración y puntos. Se trata
de una familia llamada Coccinélidos, relacionados con los escarabajos, que pudieron surgir en el periodo Cretáceo, hace entre 145 y 66 millones de años. Los adultos se nutren de una variedad de pequeños insectos, pero tienen una gran preferencia por los pulgones. Una mariquita puede consumir cuarenta pulgones al día. La hembra pone huevos en los alrededores de los pulgones y las larvas se nutren de ellos con una gran voracidad. Su ciclo de vida se puede ver en este video.
4. Las crisopas son una familia cuyos adultos tienen una apariencia ligera y delicada con grandes alas. Como en el caso de las mariquitas, se piensa que surgieron en el
periodo Cretáceo, hace entre 145 y 66 millones de años. Los adultos se nutren de polen y nectar, de noche. Especies del género Chrysoperla son conocidas porque sus larvas consumen vorazmente pulgones. El adulto deposita los huevos sobre plantas donde hay pulgones y las larvas los cazan. Su ciclo de vida se puede ver en este video.
Aparte de estos cuatro grupos hay otros insectos que también son activos, como pequeños mosquitos (Aphidoletes aphidimyza) cuyas larvas paralizan y succionan los contenidos de los pulgones (video).
Cómo llegan los depredadores hasta el pulgón
Los depredadores son capaces de localizar al pulgón salvando formidables dificultades:
Los pulgones son insectos de pequeñas dimensiones en comparación con las plantas que los alojan.
Los pulgones son parásitos especialistas. Por tanto, sólo los albergarán ciertas plantas.
Dentro de las poblaciones de plantas hospedadoras, habrá algunas que estén parasitadas y otras no.
Las investigaciones realizadas en las últimas cuatro décadas indican que los depredadores cuentan con una huella olfativa de las plantas que albergan a sus víctimas. Si cada planta emite unas 40 sustancias volátiles como media (sin contar las flores), la huella olfativa estaría constituida por aquellas que distinguen a esa planta. Podríamos hablar de una huella constituida por menos de 20 sustancias. Trasladando esto al ámbito de los humanos, se asemejaría a la forma en que reconocemos nuestros platos: el bacalao al pil-pil, el arroz con leche, la paella de marisco o los calamares en su tinta. Algunos de ellos tienen ingredientes en común pero las proporciones y algunos ingredientes característicos los diferencian.
Los depredadores no sólo son capaces de detectar estas huellas a distancia, sino que pueden guiarse por ellas superando las interferencias de otros volátiles que podrían enmascararlas, como los volátiles de las flores, que se emiten a concentraciones varios ordenes de magnitud superiores (¡no hablaremos de los problemas que les tienen que causar las sustancias producidas por nosotros!).
La detección de la planta hospedadora es el primer escalón en el proceso de localización. El segundo lo constituye la diferenciación entre plantas no infectadas de las infectadas.
Hay evidencias de dos elementos específicos que guían a los depredadores hasta las plantas con pulgones:
Ya explicamos en "Don Pulgón" que los pulgones excretan una melaza azucarada. Pues se ha demostrado que bacterias que pasan por el tracto intestinal fermentan la melaza, liberando una sustancia volátil característica que delata al pulgón. Existe también evidencia de que hormonas del pulgón también cumplen la misma función.
Hay pruebas sólidas sobre un cambio en la huella olfativa de la planta infectada por los pulgones. Esto podría interpretarse, no como una consecuencia de la infección, sino como una llamada de socorro por parte de la planta. Sin embargo, los investigadores se muestran cautos sobre estas interpretaciones, porque en el caso de ser así, debería demostrarse un mecanismo concreto que otorga ventaja competitiva y es transmisible genéticamente, lo cual no se ha demostrado todavía.
Una vez en la proximidad del pulgón, las avispas parasitoides pueden determinar visualmente y por palpamientos, si el individuo está en el estadio adecuado para la implantación de un huevo.
Con esta respuesta, podríamos considerar que el misterio de la localización del pulgón está bastante resuelto. Sin embargo, todavía queda otro aspecto que precisar.
Cuando se empezaron a publicar trabajos sobre esta materia hace tres décadas, se empezó a constatar que, en bastantes ocasiones, los resultados no se correlacionaban. Esto se debe a la variabilidad que tiene lugar naturalmente en los sistemas naturales. Las plantas de un estudio, pese a ser de la misma especie, pueden mostrar diferencias individuales con
relación a las empleadas en otro estudio, y lo mismo puede ocurrir con los insectos. Esta obviedad un tanto desesperante, provocó la pregunta sobre si la huella olfativa es una característica genéticamente programada o es una información que es aprendida y por tanto, adaptable a la variabilidad del entorno.
El consenso establecido actualmente en esta materia es que, tal y como nos pasa a nosotros con el aroma del arroz con leche de casa desde pequeñitos, las larvas y jóvenes adultos de los depredadores adquieren las huellas olfativas de sus plantas hospedadoras con pulgón (además diferencian las huellas olfativas del estadío apropiado en la que tienen que estar los pulgones para depositar los huevos según la especie!). Durante la vida adulta, cuando tienen éxito encontrando a los pulgones, actualizan esa huella olfativa. Con un cerebro del mismo orden que una hormiga (unas 250.000 neuronas), hay que reconocer que le sacan partido!
No me resisto a terminar este post sin apuntar que existe una especie de orquídea cuyas
flores emiten la huella olfativa de las plantas infectadas con pulgones para que las moscas cernícalo las polinicen. Es un engaño poco malicioso, pues al final, aunque la mosca no encuentre pulgones, al menos acaba tomándose un buen trago de néctar.
Estoy seguro de que hay muchas más historias como esta que no conocemos.
Conclusión
La relación planta-pulgón-depredadores es una relación desarrollada durante millones de años y está asentada sobre unas bases robustas pero adaptables. La hemos estudiado durante algunas décadas y nos queda todavía mucho que descubrir. Se estima que el 80% del control de plagas de pulgón en cultivos a nivel mundial lo realizan los depredadores naturales. El mejor conocimiento de su biología y el aprecio por ellos podría ayudarnos a mantener las infestaciones por pulgones en niveles asumibles. Las estrategias basadas en insecticidas afectan a toda la fauna de insectos y pueden ser peligrosas para otros organismos. Además, resultan en la emergencia de variedades que se adaptan a ellos.
Este tema no acaba aquí. Nos queda por abordar el papel de quienes protegen a los pulgones: ¡las hormigas!
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