Esta es la tercera entrada de la serie "Okupas". Una huelga de los servicios de jardinería en un municipio de Gipuzkoa dejó desatendidos sus parques, jardines y paseos durante los meses de primavera y verano. En este artículo se describen los cambios más llamativos, se explican sus posibles razones y reflexionamos sobre la gestión sostenible de los espacios verdes urbanos.
Contexto
Hondarribia, un municipio tradicionalmente pesquero y un notable legado histórico como enclave militar, se consolidó como lugar de veraneo a principios del siglo pasado. Paulatinamente, el pueblo se fue transformando con la restauración del patrimonio histórico, la construcción de una playa, un puerto deportivo y la creación de parques, paseos y zonas deportivas. El mantenimiento de estos últimos espacios ha corrido a cargo de empresas contratadas. En marzo de 2023, los trabajadores se declararon en huelga. A continuación se describen los cambios observados en los espacios verdes como resultado de la huelga desde marzo hasta la reanudación de los trabajos a mediados de septiembre.
El Atolón de las Pioneras
El porcentaje de superficie destinada a espacios verdes en zonas urbanas se considera como un indicador de la calidad de vida. Ello ha derivado en un afán por incorporar estos espacios verdes al máximo. Las zonas residenciales más modernas de Hondarribia cuentan con franjas de acera, medianas, bifurcaciones y pequeñas rotondas plantadas con cesped. Estos restringidos espacios se pueden considerar como islas entre las que no existe intercambio de agua, nutrientes o especies vivientes. El suelo es generalmente poco profundo, escaso, pobre en nutrientes y retiene poca agua.
Estas condiciones, restrictivas para la mayoría de las plantas, son las indicadas para un grupo de especialistas capaces de colonizar terrenos aparentemente inhóspitos: Las Pioneras (a ellas dedicamos el primer artículo de esta serie).
En nuestra pequeña prospección durante el periodo de huelga las pioneras han aparecido con fuerza en los espacios que hemos descrito. Las más vistas, de izquierda a derecha han sido las siguientes: Conyza sumatrensis, Symphyotrichum subulatum y Cyperus eragostis.
Como muestran las imágenes, las pioneras comparten ciertas características: tallos erguidos, hojas muy finas y pequeñas flores. Todos estos atributos cobran sentido si tenemos en cuenta que ellas deben maximizar el aprovechamiento de los escasos recursos del suelo, pero en cambio, tienen la ventaja de no tener que competir con otras plantas. Sus hojas estrechas minimizan la evaporación de agua, un bien escaso. Los tallos largos permiten ganar altura para exponer sus flores al viento y dispersar sus diminutas y numerosísimas semillas hasta los más inverosímiles recobecos.
Estas plantas tan prominentes durante la huelga no son normalmente visibles bajo la persistente acción de las desbrozadoras. Pero su reaparición es inevitable en aquellos espacios restringidos por las barreras arquitectónicas y la persistente baja calidad del suelo. Aunque no las veamos, están ahí, esperando su oportunidad.
Amplios Espacios dominados por las Gramíneas
En contraste con los islotes verdes, las zonas más amplias de césped contienen suelos más ricos y permiten el intercambio de recursos rn su seno. También albergan comunidades biológicas más diversas con relaciones más complejas.
Las gramíneas han ocupado tradicionalmente las zonas de pasto y están adaptadas a la presión que ejercen los animales hervíboros. Responden al consumo continuado con una vigorosa capacidad para rebrotar y captar la luz desde todos los ángulos. Este crecimiento está sostenido por las heces depositadas en la superficie, que acaban descomponiéndose, aportando materia orgánica y micronutrientes al suelo. Este reciclado de materia es realizado por consorcios entre microbios y un tupido entramado radicular de las gramíneas. Este es el equipo que que compite con éxito frente a las pioneras.
La mayoría de las gramíneas producen hojas de hasta unos 30 cm de altura, pero sus espigas llegan más alto (40-50 cm) para que sus semillas se adhieran a los animales, que comúnmente las dispersan. En entornos urbanos, este papel lo hacemos nosotros y nuestros animales de compañía. La eficacia del sistema de dispersión quedó avalada durante la huelga por las airadas quejas de propietarios de perros que se habían visto obligados a quitar las semillas adheridas a sus mascotas.
Entre las gramíneas más comunes que se encontraron están: Paspalum dilatatum (en la imagen superior), Setaria viridis, Setaria pumila y Digitaria sanquinalis.
Los Acompañantes y asociados
Aunque el dominio de las gramíneas en los céspedes es notorio, no es para nada absoluto. Aunque el día en que las desbrozadoras y los cortacéspedes callaron los dejaron como una alfombra homogenea, dos semanas después, ya asomaban los primeros brotes de otras plantas reivindicando su pequeña cuota luz y espacio. Aunque esto puede dar la impresión de ser una guerra abierta, lo cierto es que conlleva cierta coexistencia y también colaboración. Por ejemplo, las profundas raíces del Diente de León, el Abrojo (imagen derecha) y similares son capaces de captar nutrientes desde las profundidades del suelo y transportarlos hasta sus hojas en la superficie. Al terminar su ciclo de vida, se marchitan y descomponen en superficie, aportando nutrientes al suelo para el beneficio de otras plantas. Las leguminosas, como las loteras, y tréboles (también en la imagen derecha), fijan nitrógeno a través de su colaboración con bacterias en sus raíces y enriquecen el suelo a su alrededor.
En los pastos ya crecidos después de meses sin ser cortados, las plantas acompañantes no eran visibles salvo que nos abriésemos paso entre las gramíneas. Ahí encontramos los ya citados Tréboles morados y blancos, Dientes de León, Loteras (Lotus pedunculatus) y Botones de oro de color amarillo brillante, o Perejil bravío (Achilea millefolium) y Zanahoria silvestre (Daucus carota), de flores blancas (imagen inferior).
Los insectos se aproximan a estas flores ocultas guiados por sus complejas fragancias. Una vez a la vista, lo que para nosotros son simples colores, para los ellos representan mapas visuales dibujados en un rango cromático más amplio que el nuestro.
Por ejemplo, el color blanco es el preferido por los polinizadores nocturnos, como las Polillas (Heterocera), porque el blanco es el color más visible en la oscuridad.
Estas líneas sólo pretenden dar muestra de la diversidad de plantas que se establecen en una pradera natural, constituyendo un ecosistema que atrae a un gran número de insectos polinizadores, acompañados de herbívoros y depredadores, como arañas, Mantis religiosas y Cárabidos.
Mi pequeña incursión en los espacios más amplios ya crecidos me llevó a encontrar Lagartijas y algún Lución (Anguis fragilis). Esto es señal de la rapidez con la que se establece el sistema de la pradera natural. En poco tiempo, podrían aparecer topos, ratones, erizos y aves como búhos, cernícalos y milanos, comúnmente vistos en las praderas.
La Implacable Pugna por la Luz
Las plantas ornamentales están seleccionadas para nuestro placer. El criterio de selección de estas plantas prioriza ese objetivo, dejando de lado otras características. Por tanto, estas plantas pueden perder algunas de sus capacidades para hacer frente a la competencia sin la ayuda del jardinero.
En mis excursiones durante la huelga he encontrado algunos ejemplos ilustrativos de la vulnerabilidad de las plantas ornamentales.
La hortensia es un arbusto comúnmente empleado en jardinería urbana, por sus vistosas flores y fácil mantenimiento. Pero en algunos casos, se ha visto claramente superada por plantas especializadas en la competencia por la luz.
La primera imagen inferior muestra una Corregüela (cuyo nombre común lo dice todo; Calystegia silvatica) cubriendo a la hortensia completamente. En la siguiente, una Madreselva (Lonicera japonica).
En otro caso, un arbusto muy vivaz (Phytolacca americana) que tratamos también abajo, atraviesa la hortensia por el centro hasta superarla en altura y luego desplegar su follaje por encima.
La Dispersión de las Plantas y el Paisaje
El Ingeniero Ramón Iribarren diseñó y dirigió la construcción de un Espigón en Hondarribia para ordenar la desembocadura del Bidasoa en 1949. La obra resolvió el problema de navegación que suponía la barra que se formaba en la desembocadura, dirigiendo la acumulación de arena a la margen izquierda, formando una playa. La primera parte de ese espigón bordea una zona verde con Pinos piñoneros (Pinus pinea) de gran tamaño. Bajo su sombra han descansado innumerables bañistas, paseantes y peregrinos del Camino de Santiago.
Cuando las desbrozadoras pararon por la huelga y el césped dejó de ser una alfombra verde, nuevas plantas empezaron a instalarse bajo los árboles. Entre ellas, la más común fue El Tomatito del Diablo o Hierba Mora (Solanum nigrum , abajo), una conocida familiar del tomate que produce un pequeño fruto negro durante todo el verano.
La referencia al Diablo se debe a que el fruto es tentador, pero puede resultar mortalmente venenoso. El fruto verde acumula la neurotoxina solanina. Durante su maduración se registra un cambio de color al negro, a la vez que la solanina desaparece, dando paso a azúcares, aminoácidos y una mezcla de compuestos volátiles que actúan como reclamo para el consumidor. Quien consuma el fruto deberá digerir la pulpa sin dañar las semillas, permitiendo su paso por el tracto digestivo y depositándolas en otro lugar.
Podría decirse que nuestro fruto está destinado a un tipo de consumidor específico. Su tamaño se ajusta a la apertura oral de aves de tamaño medio, como palomas, tórtolas, tordos o estorninos.
Volviendo a la localización de las plantas, cuando visité el paseo al anochecer pude oír el gorjeo de tórtolas entre las ramas. Las fotos muestran plantas bajo todos los árboles, especialmente en torno a la base del tronco (Imagen izquierda).
Un resultado similar se ha visto con la Phytolacca que hemos mencionado en el apartado anterior (a la derecha e la imagen), cuyo mecanismo de dispersión parece ser similar.
En resumen, las tórtolas y otros pájaros de similares características han consumido los tomatitos y han depositado las semillas de manera repetitiva allá donde seguramente pasan buena parte de la noche. De esta manera, están sembrando el Tomatito del Diablo bajo los pinos, un lugar en el que las gramíneas no se imponen por tratarse de un lugar sombrío, que ya no es una pradera. Y así se va conformando el paisaje natural.
Conclusión
Lo descrito en esta entrada son los primeros pasos de la renaturalización espontánea de zonas verdes urbanas. Se trata de un primer paso en un largo camino hasta llegar un equilibrio entre especies. En este caso, sin embargo, los obstáculos impuestos por la urbanización limitarían muy seriamente el proceso.
Las zonas verdes urbanas han sido concebidas para el beneficio de los ciudadanos y está probado que modulan la calidad del aire, la temperatura, la humedad y los problemas de ruidos, generando un ambiente acogedor. Los espacios naturales pueden jugar un papel similar, pero también les acompañan muchas incomodidades que a todos nos pueden venir a la cabeza. En resumen, que tenemos que “compartir” el espacio con otros seres vivos.
Veamos brevemente las diferencias más importantes entre los dos tipos de zonas:
1. Las zonas verdes están adaptadas a los patrones humanos (artificiales). Por tanto, requieren de una gestión continua. Los espacios naturales, en cambio, tienen mecanismos de adaptación autónomos y dinámicos, no sujetos a las preferencias humanas.
2. Las zonas verdes urbanas son simples desde el punto de vista de la biodiversidad. Los espacios naturales son variados y complejos.
3. Las zonas verdes urbanas no interactúan mucho con la naturaleza exterior. Los espacios naturales requieren de conexiones con el entorno para mantenerse.
La organización y funcionamiento de las zonas verdes urbanas no es compatible con la naturaleza. Pero la cuestión que deberíamos plantearnos es si hay alguna manera para mejorar el nivel de biodiversidad en ciertas zonas verdes de las ciudades.
Si fuese eso posible, las zonas verdes más biodiversas podrían hacer el papel de pasarelas entre espacios naturales cuyo mantenimiento está en riesgo.
Las ciudades y pueblos actuales se asentaron sobre espacios naturales de alto valor biológico (estuarios, humedales, riveras de ríos, valles...). Algunos vestigios de estos biotopos, ahora degradados, reducidos y aislados, todavía perviven. Además de proteger estas zonas, su conexión con otros biotopos exteriores representa un paso fundamental para consolidarlos.
La ecología urbana, disciplina que ha demostrado un gran desarrollo, aborda el estudio del patrimonio natural de las ciudades y su reconexión con espacios naturales exteriores. Existen proyectos en marcha que abordan este objetivo con éxito, como el próximo y prestigioso Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz (imagen superior).
Es hora de que la sombra de estos proyectos emblemáticos se extienda a otros lugares para que sigan vivos los restos de los espacios naturales que aún nos quedan.
"Lo Imposible se consigue con empeño", dice la vieja frase en euskera (“Ezina, Ekinez Egina”).
Si nos empeñamos, la naturaleza cumplirá su parte.
Referencias
2. Un libro sobre la ecología urbana.
4. Más información sobre el Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz, aquí.
5. Para mantener el césped doméstico más diverso y sostenible, los servicios de la Universidad de Cornell ofrecen consejos en este espacio (en inglés).
6. En cuanto a la gestión profesional de las zonas verdes de las ciudades, la GUÍA DE LA INFRAESTRUCTURA VERDE MUNICIPAL es un documento publicado en 2019. Es bastante prolijo, pero trata en profundidad el trabajo que se ha realizado en torno a la materia y es una referencia para los técnicos de Comunidades Autónomas y Municipios.
7. Sobre los colores de las flores, la Universidad de Wisconsin ha publicado los colores florales preferidos para los diferentes tipos de insectos. En otro artículo se explica lo que los insecto pueden ver en las flores.
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